Muchas veces me quise convencer de que todo en mi vida estaba bien, aunque yo en el fondo sabía que no era así. Pasé muchos años viviendo con mucha confusión interior sin saber qué quería hacer de mi vida.

“Viajando a mí”, así describiría estos últimos años de mi vida. Viajar a mi interior no ha sido tarea fácil, afortunadamente llegó un momento en el que me di cuenta que no era mi entorno ni las circunstancias externas lo que estaba mal, sino que era yo quien necesitaba ayuda para tratar de poner en orden mi vida.   

La primera alerta llegó cuando mi cuerpo me dió un sacudón. Un día mis manos amanecieron moradas como si estuvieran muertas. Luego de ir al hospital y a diferentes médicos me dijeron que tenía Síndrome de Raynaud; un trastorno del cual se desconoce la causa. Felizmente a más del susto no hubo una consecuencia grave ni tuve que seguir un tratamiento médico. Sin embargo, no entendía el hecho de que no hubiera una explicación para que me haya dado este síndrome.

En ese entonces aun no conocía ni entendía la conexión que existe entre nuestras emociones, el cuerpo y la energía. Después de ese diagnóstico seguí con mi vida normal, no tuve que hacer ningún cambio significativo, sin embargo, mi cuerpo comenzó a manifestarse de otras maneras.  

Siempre fui muy buena para acoplarme a cualquier situación sin necesidad de mostrar mis sentimientos o lo que me estaba pasando. Me costaba muchísimo expresar mis emociones de malestar, ira o tristeza. Me mostraba alegre y con una sonrisa aún cuando muchas veces en el fondo no me sentía bien.

Me tomó tiempo pedir ayuda, lo hice en un momento cuando ya no podía más y no veía la salida. Ese fue el inicio de mi búsqueda de respuestas. Fui por primera vez a una psicóloga y fue ahí cuando pude aclarar muchos temas, además tuve mi primer contacto con un trabajo con energías y sonidos que me ayudaron a liberar bloqueos energéticos.  El síndrome de las manos por supuesto desapareció casi inmediatamente y mi salud en general empezó a mejorar. Hoy entiendo que esos bloqueos son un peso que había cargado por años sin siquiera saber que estaban allí, porque estaban disfrazados de falsas creencias, miedos, perfeccionismo y auto exigencias. Liberarme de esas trabas me ayudó a que mi vida en general se volviera más liviana y llevadera.

Años mas tarde decidí viajar a Australia. Cuando todo estaba listo para el viaje, mi cuerpo una vez más se manifestó a través de un dolor de espalda muy fuerte que prácticamente me impedía caminar. No sé si fue miedo, estrés o algo más, lo que sé es que no había un motivo real que hubiera desencadenado ese cuadro. Lo único que si fue real es que en el momento que me subí al avión todos los dolores desaparecieron.  Australia fue mi primer viaje de transformación, allí tuve la oportunidad de experimentar momentos de crecimiento personal, sentía libertad de caminar sobre mis propios pies y tomar decisiones por mí misma.

De Australia viajé a Tailandia a visitar a mi hermano.  Poco antes de regresar a Ecuador viví una de las experiencias que más han marcado mi vida. Fui durante diez días a un retiro de meditación Vipassana en un Templo Budista. Aprender a estar en el momento presente y aceptar las adversidades fueron las grandes lecciones que me dejó esa experiencia de auto conocimiento; me abrió a un nuevo mundo y fue en el silencio donde me encontré. Realmente entendí que el sentido de la vida, así como la solución a los problemas y las respuestas que uno busca, las encuentra dentro de uno mismo y los estados meditativos y de silencio son grandes aliados.

Cuando regresé a Ecuador en el año 2015, no me fue fácil continuar con las prácticas de meditación como en el templo. Volví a mis rutinas anteriores, una vida muy acelerada y totalmente desconectada de mi esencia, hasta que en un punto nuevamente perdí el rumbo.

Me encontraba una vez más como en un callejón sin salida, cuando se me presentó por segunda vez la opción de viajar a Tailandia. Esta vez no estaba dispuesta a que mi salud se deteriore y decidí buscar ayuda a tiempo. Claudia fue mi psicóloga quien me ayudó a sanar muchos temas de mis relaciones familiares y personales. Mientras iba sanando mi interior el camino se iba despejando. La oportunidad de hacer este viaje de transformación era el llamado para un nuevo cambio en mi vida.

Fue en Tailandia donde finalmente empecé a hacerme cargo de mí misma como nunca antes lo había hecho. Me conecté nuevamente con el yoga, con una alimentación consciente, me hice cargo de mis pensamientos, de mi rutina diaria, de mis relaciones. Luego de unos meses en Tailandia, fui por primera vez a una sesión de Sound Healing en Phuket. Ese viaje de sonidos y vibración resonó de manera profunda con mi búsqueda de conexión y armonía, lo que me llevó a viajar a Nepal para certificarme como Sound Healer.

Esta travesía sin duda valió la pena pese a las recaídas y los altos y bajos. Los cambios han sido graduales y los tiempos exactos para conocerme, conectar con mi vida interior y encontrar mayor equilibrio a través de diferentes herramientas que me ayuden a llevar una vida armoniosa y con sentido.

Viajando a mí me encontré y descubrí lo que me hace vibrar el alma. Siento que mi misión ahora que estoy de regreso en Ecuador es compartir las bondades del Sound Healing con Cuencos Tibetanos, con todas las personas que quieran vivir esta experiencia de sonidos, vibraciones y energías de alta frecuencia, que trae consigo armonía y bienestar para la vida. Te unes?

 

Clau Villota G.